Subiendo “valle arriba”, a unos cinco kilómetros de Cabezuela, nos encontramos con esta bonita localidad. El pueblo se sitúa en el curso alto del río del que toma su nombre. Su singular encanto deriva del atractivo paisaje donde se enmarca: está rodeado de huertos, prados cercados y bancales poblados de árboles frutales dispuestos en abruptas laderas. Un idílico lugar donde apartar por momentos esos quehaceres cotidianos que en ocasiones nos quitan el sueño.
Como ocurre en otras poblaciones de la comarca, Jerte articula su núcleo en torno a dos vías principales. Por una parte la carretera, zona obligada de paso y eje de la vida social de sus gentes y, por otra, paralela a la anterior, la antigua calle Real, hoy Coronel Golfín. Entre ambas se encuentra la plaza de la Independencia, cuyo nombre rememora una de las grandes gestas ocurridas en esta población en el verano de 1809 de la que sus habitantes se sienten muy orgullosos. El pueblo entero, haciendo gala de un gran valor y coraje, decidió enfrentarse a las tropas de Napoleón del general Soult. Una vez destruida la resistencia, y como represalia, se saqueó y prendió fuego a la villa, que en una semana, y ante la mirada impotente de los vecinos huidos al monte, quedó reducida a cenizas. Todavía se conservan en las calles los nombres de quienes capitanearon la defensa de la localidad. No obstante, la reconstrucción fue rápida y acorde a la arquitectura entramada de la zona, si bien la prosperidad en años anteriores ha propiciado una importante renovación del casco urbano, siendo pocos los ejemplos que de ella encontramos.
No obstante decidimos dar un paseo por una de las callejuelas con un aire más típico a judería, la de los Bueyes, donde encontramos edificaciones que sobrevivieron al incendio de 1809 y donde abundan los entramados de adobe y madera. De hecho, es en este barrio donde se encuentra la casa más antigua de la localidad.
También la calle Ramón Cepeda, cuyo nombre lo debe al insigne político local vinculado a la Restauración, merecerá unos minutos de nuestro tiempo. Aquí podremos contemplar edificios notables de antiguos sillares y arcos de medio punto, así como inscripciones que también han resistido la barbarie francesa.
De vuelta a la plaza, la de la Independencia, nos paramos para deleitarnos con el encanto que desprende la variedad de soportales de las casas que la rodean, presididos en su parte noroeste por la iglesia parroquial de Ntra. Sra. De la Asunción. No cabe duda que es este el monumento más importante de Jerte. Se construyó en su mayor parte en el siglo XVIII aunque cuenta con elementos de épocas anteriores. De su exterior destaca la torre, robusta edificación granítica situada cerca de los pies. Su construcción se encuentra comprendida entre los siglos XV XVI y es el principal resto de la iglesia primitiva. De su contenido debemos mencionar cuatro retablos del siglo XVIII. Todavía podemos pararnos a contemplar, en esta misma plaza, como abrevan las caballerías. Para ello disponen de una fuente de cuatro caños conocida como “El Pilón”.
Ya en el extremo superior del pueblo visitamos la ermita consagrada al milagrero Cristo del Amparo, obra del siglo XVIII, realizado en mampostería con sillares en las esquinas.
Pero no podemos irnos de este lugar sin darnos un relajante paseo por el parque “El Nogalón”, que a orillas del río Jerte, se construyó en 1993, y si el tiempo acompaña, sobre todo en época de calor, no estará de más permitirse un gratificante baño en una estupenda piscina natural construida allí mismo para deleite de vecinos y visitantes. Por cierto, dispone de un estupendo chiringuito donde tomarnos unos refrigerios.
Si desea tomar un baño o simplemente dar un agradable paseo, el ayuntamiento ha preparado a conciencia el que hoy es el parque del Nogalón. Dispone de un estupendo chiringuito.
En Jerte se encuentran el Centro de Reproducción de Salmónidos y el Centro de Interpretación sobre la fauna y flora de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos.
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