A unos 22 Kilómetros de Plasencia, siguiendo la N-110, encontramos el cruce que nos conduce directamente a Valdastillas (Puede ser que el cruce indique Piornal, en cualquier caso no tiene pérdida ya que se encuentra al lado una pequeña gasolinera Campsa.). Tomamos una carretera que por empinada, estrecha y llena de curvas se puede hacer más bien larga, pero lo cierto es que desde este cruce hasta la población no habrá más de tres Kilómetros. Esta corta subida sitúa a Valdastillas en una posición elevada, en la ladera de la Sierra de San Bernabé, desde la que podemos deleitar la vista con bonitos paisajes del Valle.
Sus orígenes están estrechamente ligados a una de las aldeas medievales desaparecidas del Valle del Jerte: Ojalvo. Según cuentan, las tierras de esta aldea, cuyo inicio se sitúa aproximadamente en el siglo XII muy cerca del cauce del río Jerte, fueron codiciadas por los pudientes placentinos que lograron hacerse con las propiedades próximas a la orilla. No les quedó otra a los vecinos que buscar tierras en las zonas más escarpadas. Poco a poco, los habitantes de Ojalvo fueron desplazándose hasta las faldas de las montañas, colonizando y explotando sus tierras. Finalmente Ojalvo quedaría despoblado y en su lugar aparecieron dos pequeñas aldeas a una altura similar: En una sierra, Rebollar, y en la otra, Valdastillas.
Su nombre significa “Valle de astillas” o “Valle de leños” y se identifica con el lugar donde los antiguos vecinos de Ojalvo recogían las astillas y leños para preparar la lumbre en el invierno. Por cierto, a los habitantes de Valdastillas no se les denomina, como debía ser por lógica, valdastillanos, sino “cuqueños”, ya que según cuenta la leyenda un cuco cogió una cereza y un vecino de la localidad lo siguió, para quitársela, hasta Garrovillas, fuera del Valle del Jerte.
El pueblo es pequeño, pues no llega a los 500 habitantes, y el entorno de su término municipal, caracterizado por las fuertes pendientes, se encuentra repleto de grandes bancales artificiales poblados de cerezos. Precisamente son estas pendientes las que han determinado su trazado urbano de calles estrechas y tortuosas adaptadas al relieve. Todavía podemos deleitarnos con muestras muy bien conservadas de la arquitectura tradicional cuqueña, de entramados con adobes de barros rojizos y solanas sobresalientes que forman estructuras que todavía guardan un especial encanto.
En la parte más alta del caserío antiguo nos encontramos con la iglesia parroquial de Santa María de Gracia. Fue mandada edificar en el siglo XVI por los obispos placentinos, Gutierre de Vargas y Carvajal y Pedro Ponce de León, cuyos escudos coronan, respectivamente, la portada situada a los pies (Entrada principal) y la que se encuentra en el lado del Evangelio (Cerrada). Construida a base de mampostería y sillería granítica conserva en su interior dos retablos de azulejos talaveranos del siglo XVI, dedicados a la Virgen y a la pasión de Cristo.
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